La primera noche fue el silencio, como resultado fuimos eso: El silencio.
Después vino la acentuada premura de mutar de manera insistente
reiterando en ser las plantas
intentando ser del agua
recurrir furtivamente en habitar dentro de cualquier animal silvestre
Y con un tanteo discreto, ser también frío.
Apostarle a no ser del mundo su habitante, ni ser del tiempo su absurda y contundente prisa
aferrarse a ser de las nubes ser su amorfia, ser los aullidos que en su vuelo se disipan
desatar los desequilibrios y desgravitarse
rastrear otro tipo de sed en la lluvia, desde donde el viento mismo me aseguró que viene.
Y me invade la necesidad de incendios.
Amanezco entramado de variada morfología con procederes muy diferentes.
De vidas muy otras.